
El desvío hacia Vlkolinec partió en pequeños fragmentos los días sobrios que ya no esperan, ni envenenan, ni satisfacen madrugadas insomnes y calmas...
Dicese del síndrome provocado por el deterioro de la capacidad del ser en cuestión para realizar o completar por sí mismo las actividades del uso del orinal
Cuando fue detenido en un autobús cerca de Belgrado, Karadzic llevaba un documento de identidad falso con el nombre de Dragan Dabic.
En busca y captura durante más de 12 años, trabajaba en un consultorio de medicina alternativa en la capital serbia.
Las autoridades serbias han mostrado en la rueda de prensa una fotografía con el aspecto actual de Karadzic en donde el líder serbio-bosnio aparece irreconocible con una larga barba blanca y muy delgado.
Karadzic también colaboraba con la publicación "Zdrav zivot" (La vida sana) desde hace tres meses.
Los editores de la revista, con una tirada de unos 15.000 ejemplares, se han mostrado sorprendidos y consternados por el hecho de que Karadzic pudo publicar sin que se supiera de quién se trataba.
Otras fuentes indicaron hoy que Karadzic ofreció en el pasado varias conferencias sobre temas médicos, aunque de momento no ha habido ninguna confirmación de eso, ya que las autoridades todavía están reconstruyendo las condiciones en las que se escondía.
La Justicia serbia está lista para enviar al presunto criminal de guerra al Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), según ha anunciado el fiscal especial serbio Vladimir Vukcevic."
Agencia UVEDOBLECE
Fue entonces cuando Fátima dio el gran salto a Belgrado de la mano desu tio Dzemal. Estuvo 3 años trabajando en los fogones del palacio presidencial para el mismísimo Tito. Allí conoció a Bogdana, dotada por los Dioses en el arte de cocinar lentejas dálmatas. Bogdana era alta, fea y probablemente sentimental, apenas se comunicaba con nadie más que con Fátima y tenía una mirada distante y cansada. Había luchado codo con codo junto al líder chetnik, Draza Mihajlovich, contra los ejército búlgaro y rumano de ocupación a principios de los 40, pero se equivocó de bando. Los partisanos de Tito con la ayuda soviética lucharon, resistieron y ganaron igual que los chetniks, pero éstos no lograron el ansiado poder, y los que tuvieron más suerte se conformaron con la muerte. Bogdana fue arrestada, y pasó quince largos años en los calabozos kosovares del monasterio Visoki Decani, hasta que sus manos prodigiosas en el arte culinario, fueron requeridas en el aburrido palacio presidencial del mariscal Tito.
Fátima lo aprendió todo de Bogdana, incluidos los cantos milenarios y ortodoxos de Visoki Decani. Desde un cómodo segundo plano, se limitó a escuchar las pocas palabras de su mentora y a callar todos los rumores de palacio sobre el mariscal.
A pesar de la muerte de Bijedic en 1977, Fátima, insignificante y silenciosa, siguió haciendo su trabajo de pinche de cocina. En febrero de 1979, tras la revolución islámica iraní y la caída del sha, una expedición de ayuda y cooperación socialista, partió de Belgrado a Ispahán. Tito mantenía relaciones cordiales con el líder Ruhollah Musavi Jomeini, y creía que el futuro era socialista y nacionalista. Envió una misión en la que estaban representadas todas las principales profesiones que daban gloria a la patria paneslava. En el mostrador de facturación del aeropuerto de Сурчин, Rado y Fátima se vieron por primera vez.
“Esta noche se me han aparecido el miedo y la incertidumbre en forma de puertas entreabiertas mientras dormía. Una sombra, una cara desfigurada y desconocida, un movimiento quieto y monumental,... todos me miraban y me decían: “Ven con nosotros, la patria y el pueblo te llaman, eres imprescindible... somos las puertas entreabiertas y sin ti no somos nada.”. Sabía de antemano que no puedo dormir con la puerta a medio cerrar, que me produce una rigidez irracional que duele por las mañanas. Fátima lo sabe, y la cierra a cal y canto todas las noches. La puerta entreabierta tiene un significado que me vuelve loco: por un lado, se trata de la oportunidad perdida, estática, objetiva y que me mira con cierta indiferencia, y por el otro, la que está por venir y te incita a entrar, provocadora y sensual, llena de un deseo asfixiante.
Quise contestar algo, pero apenas percibían mi mensaje. Enfrente, las puertas entornadas, insinuantes e indiferentes, me seguían explicando: “Aquí están las llaves. Úsalas para salir y entrar.” Y para qué querría unas llaves si las puertas están entreabiertas. Algo se me escapa. Todo es ambiguo. Abrir una puerta a medio cerrar con una llave forma parte de un jeroglífico sin solución. Es algo que se escapa al entendimiento: uno de tantos recodos imposibles de sortear en un laberinto. Un laberinto imaginario y tan real como el miedo que provocan infinitas puertas a medio camino entre lo visible y lo invisible.
En la mesilla de noche han amanecido unas llaves. No hay tiempo que perder. La Gran Serbia me necesita.”
Por infinitas razones, el verdugo ejercía su poder sobre la víctima a través del miedo. La víctima por otro lado procuraba aguantar las vejaciones que hicieran falta para sobrevivir. La identidad de ambos se sustentaba sobre la otra, y en cierta medida los roles eran perfectamente intercambiables en el espacio y en el tiempo. El verdugo podía pasar a ser la víctima, y la víctima el verdugo, si el poder cambiaba de manos
Dante y Fátima añadían por su propia experiencia que en tiempos de guerra la situación podría llevar a una confusión absoluta, ya que víctimas y verdugos sobrevivían en una misma persona a cada segundo, produciendo un efecto narcótico de huida sideral evidente. Fátima llegó a identificarse de tal modo con el análisis de WC, que empezó a desarrollar extensiones teóricas costumbristas al modelo inicial. Así, al amor incondicional que ella sentía hacia su marido, le acompañaba un creciente desdén de él hacia ella. Además, la sumisión de sus numerosos empleados en su puesto de comida rápida en Marsala Tita, era directamente proporcional a su mala leche con ellos (había casos en que la relación era creciente). Y así, encontró hasta 12.596 casos prácticos que evidenciaban la tesis inicial de WC. La publicación de estos casos, diez años después, supuso una revolución dentro del campo de la investigación inocua.
Dante se mostraba un tanto escéptico con todo lo relacionado con víctimas y verdugos. En escenarios experimentales (así los llamaba) como una guerra o un secuestro, la relación era interesante, pero la realidad era muy diferente. El victimismo con el propósito de alcanzar una meta, era un derivado adulterado de esa relación unidimensional. Un derivado que tendía a ejercer de verdugo, si no lograba el objetivo planteado.
Lejos de intentar justificar algo tan absurdo, el problema era cómo alcanzar un objetivo tan complejo. Dante y WC apenas tenían recursos y ganas para hacer algo que valiera la pena. Sin embargo, pronto cambiaron de opinión. En uno de sus infatigables viajes a Yugoslavia, conocieron a Fátima “Abu Mon” Karadzic en una cata de lentejas dálmatas en la isla de Vis. Por su posición estratégica, Vis estaba enteramente ocupada por el ejercito paneslavo fiel a la causa del general Andrija Raseta que ya entonces se preparaba para defender a una Dalmacia grande y libre. Las cosas estaban feas desde que los eslovenos declararan unilateralmente su independencia el 25 de junio, pero el festival de lentejas estaba por encima de las etnias, las religiones, los generales y demás genocidios por venir.
Fátima Abu Mon nació a orillas del río Neretva, cerca de la ciudad de Mostar, si bien vivió en Ispahán los mejores años de su vida. Allí puso casarse con el prestigioso psiquiátra Rado Karadzic, futuro político en estado de confusión perpetua. A su vuelta, el matrimonio Karadzic se instaló en Sarajevo, y mientras Fátima puso en plena Marsala Tita un puesto de lentejas rápidas, Rado siguió ejerciendo de psiquiatra en el hospital Josip Broz. Los días transcurrieron felices durante los 80, sin embargo desde la muerte de Tito (todos coincidían) Eslavia del Sur se deshacía definitivamente en una lucha feroz por una identidad que estaba impuesta por los pueblos. Éstos, originarios y puros, reclamaron lo que la historia y los imperios les habían privado por tantos siglos. Daba igual en definitiva quien, entre tanto, había elegido vivir en paz en esas tierras.
Rado apenas entendió desde el principio cómo era posible que la identidad de las personas pudiera proceder de algo externo: la pertenencia a un pueblo, a una raza, a una nación que nunca pudo serlo por la tiranía de un imperio,... Pronto se quedó sin clientes. Él, que había siempre tratado de comprender el laberinto desconocido del individuo a través de incontables modelos psiquiátricos, se encontraba de nuevo con lo externo: aquel ruido blanco indeseable y nacionalista que predicaba una nueva verdad divina. Pronto enfermó, y más tarde aún, cayó en las redes del partido democrático serbio, bajo la batuta de Slovodan desde Belgrado. Histriónico y paranoico mandó matar a su mujer y sus hijos en un arrebato de lealtad a la Gran Serbia. El resto es historia.
Antes de que todo esto ocurriera, Dante y WC conocieron las lentejas de Fátima, y más tarde a Fátima. No se sabe si porque los hechos transcurrieron de ese modo, o por cualquier otro motivo, los tres decidieron ponerse manos a la obra de inmediato. Fátima vivía día a día la transformación de su marido en futuro genocida. Si bien no podía intuir aún qué podría pasar, los síntomas eran claros: desaparición de cualquier tipo de dudas, expresión facial de autosuficiencia, creencia de que los imperios turco y austrohúngaro eran responsables de todo su sufrimiento, veneración a la bandera, el himno, los cantos populares y demás rituales...
Se llamaba Dante, como aquel jugador de fútbol de la serie A italiana de los años 70, y conoció a WC en la facoltà de sciencie politiche de la universidad de Bolonia. Corría el año 1991. En las clases del profesor Ponti, los debates en torno al futuro de las instituciones democráticas en Italia eran poco más o menos que batallas campales ideológicas entre dos bandos. Los continuistas y los rupturistas, los conservadores y los progresistas, los demócrata cristianos y los socialistas, los aperturistas y los proteccionistas... en realidad daba igual de qué se discutiera. Todo era motivo de fortificar las trincheras pertinentes, y en una lucha estratégica y calculada, esperar cualquier debilidad del enemigo para atestar un golpe certero. En cierta medida, los reaccionarios conservadores podrían sentirse en minoría, dada la dilatada experiencia progresista de la universidad de Bolonia, y especialmente de su facultad de ciencias políticas.
De cualquier forma, entre los bandos y los debates de aquel seminario del prof. Ponti, sobresalía una especie rara y absurda de estudiantes indiferentes, que apenas participaba en los combates. Entre ellos se encontraban WC y Dante, que se limitaban a ver expectantes las trifulcas, las argumentaciones a favor y en contra, las tesis apasionadas, las certezas a vida o muerte,... etc de aquellos que sin ningún tipo de dudas participaban a cara de perro en los debates. El futuro era nítido y claro, y las soluciones se contaban por cientos y miles. Las instituciones italianas eran poco más o menos que prescindibles a ojos de la mayoría. En eso estaban de acuerdo ambos bandos. Así, las ideas reveladoras y efesvercentes comenzaban a tomar cuerpo, allí donde cada uno planteaba el modelo que debía sustituir al anterior.
Dante se dio cuenta en su primera clase de que ante tales dilemas existenciales e institucionales, primaba un principio básico y humano, y es que cada individuo vela por sus propios intereses. Y la discusión en torno al futuro institucional italiano era un ejemplo que coincidía en buena medida con este principio universal. De aquella idea surgió su indiferencia, y acaso su amistad con WC.
Ambos estudiantes comenzaron a labrar lo que años después fue una realidad en Italia. Tras largas dosis de silencios indiferentes y pasotismo exacerbado, los dos visionarios alcanzaron un estado de comunicación supraconsciente en el que llegaron a conclusiones futuristas sobre la raza humana que cobraban mayor significado a medida que les daba más igual el asunto.