domingo, 17 de mayo de 2020

SONETOS A ORFEO - XXII

RAINER MARIA RILKE, SONETOS A ORFEO - XXII
Somos vagabundos con prisa, sin saber que el paso del tiempo no es nada si lo comparamos con lo que permanece siempre.
Todo lo que parece urgir se disipa pronto en el aire. Solo aquello que nunca cambia nos consagra como personas.
Muchachos, no gastéis la vida en la premura o el apremio, ni en el deseo de volar.
Todo descansa y está en calma: la tiniebla y la claridad, el jardín y la biblioteca.

domingo, 19 de abril de 2020

Llanto

También lloran sus pasos de camino a casa, sin razón, sin consuelo, sin prisa, sin tristeza en definitiva. Son lágrimas que caminan de vuelta a casa, como quien va a la compra, como la ropa tendida en la terraza una mañana de domingo.

viernes, 17 de abril de 2020

Antropomorfo. En memoria de Egon Schiele.

Como una hormiga de esas que vagan por la calle, insumisa a la colonia y a la reina, que encuentra refugio en un agujero de cemento. Así, y sin antenas que me guíen para salir de estas cuatro paredes. No hay llaves. Veinticuatro días encerrado, amanece y anochece en un vaivén insomne que me tritura el estómago. La imagen no existe, la invento y me duele como sólo lo inevitable duele en los túneles de la memoria. Sigue sin haber llaves, a pesar de las puertas entreabiertas. Entre excrementos, súplicas y sollozos desesperados, acabo boca arriba de forma permanente. Mientras, el lienzo se asoma al grito apagado, a las minas de carbón de tu vientre insatisfecho, a lo que aún está por venir. He visto unas llaves. La escena se difumina en blanco lentamente, mientras los laberintos se deshacen, y nada importa sino volver a jugar a saberme eterno en el fino equilibrio del que continúa y no existe, del que no está ni es… Soñé con Trieste, con el mar, con los mares abiertos…

jueves, 16 de abril de 2020

Silla

Sólo un mar de sillas no es capaz de saberme menos yo, y un átomo del camino olvidar tanto abismo. Quizás no sea más que otro jeroglífico en tono poético, otra vez sentado, otra vez muerto,... y cuánta luz alrededor, de pie...

miércoles, 15 de abril de 2020

Claudio Magris

Leí El Danubio el verano de 2001 entre Pula y Opatija (Istria, Croacia), la costa austrohúngara. Fui a visitar en Ljubliana (Eslovenia) a un amiguete de la universidad. Disfrutaba de una beca del ICEX; beca que en 2002 disfrutaría yo pero en Viena. El caso es que nos lo pasamos bien. Fuimos con unos marines (USA) a la costa eslovena: Pirán y Koper, muy cerca de Trieste de donde es natural Claudio Magris. Fue todo una pequeña coincidencia. No sé muy bien como fue a parar ese libro en mi maleta, y tampoco tenía pensado viajar para leer. El libro lo elegí para no leerlo, eso seguro. El caso es que era domingo, todos volvían a casa en Ljubliana y me quedé con ganas de ver más. Cogí un autobús hacia Pula, y allí me fui a un hotel, no muy lejos de la estación. Hotel Riviera se llamaba. Estaba cansado. Me quedé en la habitación, una habitación enorme, techos altos, muebles estilo Tito… Empecé a leer y no pude parar. El protagonista de la obra es el mismo Claudio Magris que hace un recorrido a lo largo del Danubio desde Donuaeschingen, donde “nace el brazo principal del Danubio”, hasta el Mar Negro. El Danubio es todo lo opuesto al Rín, cuna de la esencia germánica. Es un mosaico con una inmensa diversidad de pueblos y mezclas que buscan una identidad difusa y variable en el tiempo. Es parecido al imperio Austro-Húngaro que acabó como acabó. Un imperio que añoró toda su vida Roth. Toda ese batiburrillo de ideas, vinieron a mi cabeza en mi apartamento de la Kölblgasse en Viena en 2003, donde acabé escribiendo esto:
“HOTEL RIVIERA – PULA Acostado, dando una tregua al azul y al servicio del ducado y los imperios, casi dormido. En la mesilla el Danubio y en el rincón del dormitorio una fila de hormigas fieles a la causa de combatir la necesidad y el camino. Soñoliento, primavera de 1.919, teniente del ejército Franz Tunda, natural de Sipolje, varado en una fuga interminable a orillas del mar. Perdido y sin rumbo. Era la joven Europa.”
Franz Tunda es el protagonista de otra novela de Roth: “Die Flucht ohne Ende”/ en español “Fuga sin fin”. En la primavera de 1919, cae en la cuenta de que la Gran Guerra ha acabado. Quiere volver a Viena desde el frente en Rusia. Esa vuelta es todo una aventura. Acaba en Irkutsk, cerca del lago Baikal igual de perdido que Theodor y Lázaro.

martes, 14 de abril de 2020

Lázaro

Aproximadamente hace 200 años transcurre la acción de la primera novela de Benito Pérez Galdós. Escrita hacia finales de los 60 del siglo XIX. Mi novela favorita del autor. Nos situamos en 1821 durante la etapa del trienio liberal. El protagonista no aparece hasta bien entrada la obra. Lázaro se llama, hijo de Marta (viuda) y sobrino de Elías/ Coletilla, nacido en Ateca en 1762 y de corte reaccionario/ absolutista. Sobre Lázaro, "era éste un mozo como de veintitrés a veinticinco años, de agradable presencia, de imaginación viva, de palabra fácil y difusa, muy impresionable y vehemente y de recto y noble corazón". Al contrario que su tío, Lázaro es de corte liberal. Además, "las nuevas ideas, que entonces conmovían profundamente el corazón de la juventud, había hallado en el joven Lázaro un creyente decidido. Era uno de los que, brotados en el tumulto de un aula de Filosofía, militaban con pasión generosa en las filas de los propagadores políticos, entonces tan necesarios”. En Septiembre de 1821, Lázaro decide ir a Madrid a buscar fortuna de la mano de su tío Elías. Prueba a dar su discurso en La Fontana de Oro, café próximo a la Puerta del Sol donde se cita la marabunta de arte y política. El pobre chaval hace poco menos que el ridículo. Días después tendrá lugar la batalla de las Platerías, que anunciaba la muerte anunciada del trienio. Empacho de revolución para todos, incluido Lázaro, que se marcha al pueblo con su amada Clara al final de la novela, después de sus aventuras madrileñas. 1821 – 1923 – 2020…

lunes, 13 de abril de 2020

Theodor Lohse

Theodor Lohse es el protagonista de "Das Spinnennetz" - la tela de araña (título en español). Novela corta escrita por Joseph Roth y publicada por entregas entre Octubre y Noviembre de 1923 en la "Arbeiter Zeitung" vienesa. Roth tenía 29 años recién cumplidos. Murió en París en 1939 con 44. Joseph Roth a través de Theodor Lohse, en 1923, algo sabía. Ese nuevo mundo tras la gran Guerra era extraño. Mucho ruido. En la novela entra en escena Benjamin Lenz, un judio de Lodz. Parte de la descripción habla de que "lo suyo era un cordial aborrecimiento por Europa, cristianismo, judíos, monarquías, repúblicas, filosofía, partidos, ideales y naciones (...). Detestaba el secretismo de Europa. Su listeza, detestaba. Era más listo él que los políticos, los periodistas y cuantos tuvieran poder o medios para llegar a tenerlo". Parece un tipo con pocos principios, pero toma sabiamente distancia de la realidad. No toma partido por un movimiento u otro. Algo que sí hace Theodor Lohse. Benjamin piensa en Theodor de la siguiente manera: "Qué cariño le tenía Benjamin a su ejemplar de detestado europeo, a Theodor: al cobarde y cruel Theodor Lohse, el torpe y ladino, el orgulloso e inepto, el insensato y codicioso, el miembro de su clase, el descreído, el altivo y servil, el pisoteado y el carrerista! En él se encarnaba el joven europeo: nacionalista y egoísta, ignorante de credos y lealtades, despiadado y limitado. Era la joven Europa". Han pasado casi 100 años de esta novela. Los "Lohses" campan a sus anchas en la vieja Europa. Quizás esa sea nuestra salvación: la vieja Europa, la muy vieja Europa.