viernes, 17 de abril de 2020

Antropomorfo. En memoria de Egon Schiele.

Como una hormiga de esas que vagan por la calle, insumisa a la colonia y a la reina, que encuentra refugio en un agujero de cemento. Así, y sin antenas que me guíen para salir de estas cuatro paredes. No hay llaves. Veinticuatro días encerrado, amanece y anochece en un vaivén insomne que me tritura el estómago. La imagen no existe, la invento y me duele como sólo lo inevitable duele en los túneles de la memoria. Sigue sin haber llaves, a pesar de las puertas entreabiertas. Entre excrementos, súplicas y sollozos desesperados, acabo boca arriba de forma permanente. Mientras, el lienzo se asoma al grito apagado, a las minas de carbón de tu vientre insatisfecho, a lo que aún está por venir. He visto unas llaves. La escena se difumina en blanco lentamente, mientras los laberintos se deshacen, y nada importa sino volver a jugar a saberme eterno en el fino equilibrio del que continúa y no existe, del que no está ni es… Soñé con Trieste, con el mar, con los mares abiertos…

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