Fue Wenceslao Cardoso --y en esto concuerda prácticamente toda la comunidad científica internacional (ver, por ejemplo, Klopatoff y Cortissoz, 1956)-- uno de los adalides y adelantados en materia de inventos inverosímiles. Cuando tuvo la iluminación de explorar los mundos inútiles, se sumergió con ahínco a explorar las propiedades físicas, químicas y biológicas de los materiales. Especialmente, invirtió ingentes cantidades de horas en explorar nuevos productos. En ocasión de un encuentro con un tal Franz Tunda, militar de carrera y con el grado de Teniente de aquel entonces, Wenceslao Cardoso consiguió por vez primera fuentes de financiación para liderar "lo que sería un hito en el arte de preparar y servirse café" (Cortissoz y Jetabernardo, 1959). Engañando al entonces Jefe de Asuntos Jurídicos y Afines (cuya sigla "JAJA" nunca despertó el más mínimo respeto entre sus pares), consiguió una partida de sesenta mil coronas para el desarrollo de un prototipo de cafetera "autoderramante", que pretendía maximizar en el usuario el número de ampollas de segundo grado causadas al servirse el café y derramarse sobre sí (ver foto adjunta del dibujo original, a la izquierda). Se ha dicho con más o menos justeza que este dispositivo fue diseñado especialmente para masoquistas (y como todos sabemos, Wenceslao Cardoso fue activista de estos desórdenes, como Demóstenes). El hecho fue que cinco años más tarde Wenceslao Cardoso obsequia el plano original de la cafetera al --quizá-- mayor explotador de las ideas inverosímiles, el innovador francés Jacques Carelman, quien desarrolló el prototipo de aquel invento (ver, por ejemplo, Cortissoz, 1961 o Cortissoz y Juantorena Sanjuán, 1962), lo cual le mereció un reconocimiento internacional sin precedentes (ver fotografía de la derecha). Se cree que en el amplio éxito del que hoy goza el genial Carelman influyó el espíritu inquieto y quijotesco de Wenceslao Cardoso. El prodigioso polígrafo Jon O'toto Cortissoz dedicó numerosas obras al seguimiento artístico y científico de Wenceslao Cardoso, cuya admiración consiguió límites jamás pensados por ambos. [...] (1) Y fue así como Wenceslao Cardoso se convirtió en el primer hombre en enderezar resortes a punta de una esfera hueca por fuera. Esto derivó en un invento revolucionario en la industria metalúrgica: nació el alambre común. Lo interesante del descubrimiento fue que a partir de estos descubrimientos, hoy en día los resortes no se hacen a partir de un alambre retorcido sino al revés: el alambre surge como resultado de rectificar resortes (el por qué de esto corresponde a estudios pormenorizados que no abordaremos aquí por razones obvias). La metalurgia moderna debe este prodigioso logro a la obra de Wenceslao Cardoso.
Gérard
Notas:
(1) Desafortunadamente, este valiosísimo fragmento se perdió y nadie ha sido capaz de reconstruirlo. Constituye, según el polígrafo Cortissoz, "el único testimonio capaz de demostrar que Wenceslao Cardoso fue el descubridor del efecto fotoeléctrico, el mismo que inspiró a que la Academia Sueca entregara el Premio Nobel en física a Albert Einstein en 1921. Seguramente, haber contado con este fragmento extraviado habría cambiado el curso de numerosas investigaciones; sólo queda una única constancia de la influencia que tuvo Wenceslao Cardoso en el desarrollo de lo que hoy en día se conoce como "alambre común", creado a partir de los resortes enderezados y no al revés.
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Referencias
Cortissoz, Jon O'toto (1961). El vanguardismo culinario: sobras completas. Paris: Ed. Inspecteur Clouseau et Sargent Deux-Deux.
Cortissoz, Jon O'toto y Jetabernardo, Vladimiro (1959). Evolution of the Modern Coffee Machine and Electivity of Public Servants in the U.K. Manchester: Fernández Publishers & Co.
Cortissoz, Jon O'toto y Juantorena Sanjuán, Juan (1962). Vademécum y noménclator de invenciones de Francia insular y Gran Bretaña continental. Lisboa: Ed. Vasconcelos Munhoz.
Klopatoff, Vadim y Cortissoz, Jon O'toto (1956). "Scientific Research and Torture: A Literature Review". Journal of Non-Parallel History and Nonesense, n. 144, issue 2, pp. 1021 et seq.
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