De todos es sabido que si una persona bebe agua, o cualquier otra sustancia licuosa, del interior de una huella de hombre lobo, aquella persona se convierte irremediablemente en licántropo nocturno. Wenceslao recordó esta máxima, en el momento exacto en que sus ojos repararon en aquella inmensa huella extraterrestre que ahuevaba la superficie lunar, y que no dejaba demasiadas dudas sobre su procedencia. "Esto lo ha hecho un marciano". Los habitantes de Marte no solían salir de su planeta a menudo, y cuando lo hacían es que algo no iba bien. Por la profundidad de la marca, Wenceslao dedujo que el marciano había estado un rato parado, quizás observando el paisaje, quizás esperando a que el peligro pasara. Debido al hecho que los marcianos solo tienen un pierna y el pie que la delimita es central (sin derecha ni izquierda), sumado a la erosión vertical producida por los vientos lunares, Wenceslao no se atrevió a hacer más conjeturas sobre el estado de la huella. Así que se agachó, sacó su vasotapaquealvolcarsesalenunaseriedecírculoscadaunomásgrande
queelotrounidosentresiporuntopequeconsiguedarunaprofundidad
suficienteparaformarunrecipientedignodecualquiercosmonauta
queseprecie y coge una muestra del líquido azul verdoso que se encuentra en la parte más profunda de la huella, sito en el centro de la misma, cuya medida debe rondar los 2x3,5m. Tras levantar el recipiente y mirar a trasluz el líquido contenido, Wenceslao se lo bebió de un trago esperando que el efecto fuese reversible, "Si me he de convertir en un marciano, que sea solo un ratito, que debo volver a la nave y si me hago muy grande no cabré en ella", se dijo a si mismo y al vaso, esperando que este ayudara a paliar el tiempo del efecto de conversión.
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