Los orígenes
El invierno de 1967 se avecinó muy crudo en Varsovia, a donde Wenceslao Cardoso se dirigió para adentrarse en el mundo de la economía de las instituciones bancarias pre-socialistas neo-trotskistas. Luego de haber puesto en su curriculum vitae "estudios varios en economía", decidió darle mayor peso a su aparente acervo incierto por medio de "estudios de orden superior en economía". Ese fue el leit motiv que lo hizo trasladar a la casi bicentenaria Universidad Tecnológica de Varsovia, con el afán siempre in mente de sumar un antecedente más en su espuria trayectoria.
La tarde del 20 de diciembre fue más que traumática y fatídica para Wenceslao, que se disponía a ingresar al campus universidad, al tiempo que iba jugando con una muleta que se había encontrado abandonada al lado de un contenedor de basura. Contaremos aquí sólo los aspectos más importantes, atendiendo a la privacidad típica de las cárceles del medioevo y al difícil ejercicio de ser prudentes en las fronteras de los límites mentales y viscerales. Para tal propósito, tomaremos y comentaremos algunos extractos de Cortissoz (1979).
A las 11h15 de ese día, Wenceslao Cardoso acudió al médico de guardia del Hospital Universitario por un malestar general que sentía, y fue atendido por el médico practicante Slawomir Vrljicak, un joven de 25 años, de 1.94 m de estatura y con manos tan grandes como las de los pelotaris vascos. El consultorio estaba frío por fallas en la calefacción central. Luego de examinarlo, el joven facultativo concluyó lo siguiente (se ha traducido el texto en polaco original para evitar conflictos con el gremio de los traumatólogos):
--Vea, usted tiene problemas con sus meniscos. Creo que es imperioso que se haga una pequeña intervención quirúrgica de inmediato. De lo contrario, todo se puede complicar...
Wenceslao, hombre de pocas palabras, apenas atinó a preguntar si estaba seguro de lo que decía el médico, a lo que éste lo referenció por escrito en una receta, ilegibilísima-bizarra, a la que firmó al pie con símbolos también ilegibles. Preguntó el precio de la operación... el equivalente a cuarenta y tres mil euros actuales. Impagable. No se dio por vencido y recorrió toda la ciudad en busca de "otros precios más económicos", siempre munido del informe que le había dado el joven médico aquel. Finalmente dio con un galeno de dudosa reputación (siempre están en todas las localidades), a lo que le dijo que a cambio de quedarse con los residuos de la operación (y sin devolución), accedía a operarlo sin costo alguno...
A los dos días lo operaron. Wenceslao salió curiosamente cojeando del quirófano... algo extraño por el tipo de operación practicada. Casi instintivamente se tocó las rodillas y se percató de que no había ni vendajes ni sutura alguna... Algo andaba mal... Se metió en uno de los baños del hospital y se miró al espejo. Encontró en el lavabo una dentadura postiza usada, sin haber sido lavada por lo menos en los últimos 20 días. La tomó con ambas manos y se la probó. Mirando nuevamente al espejo y con aquel adminículo sonrió en desprolija, desordenada y atravesada sinfonía dental. La escupió de repente porque encontró que la dentadura tenía algo de sarro y otros residuos sólidos y que olían "sólo un poco a podrido", lo cual le dio asco. Ensayó un par de arcadas, como queriendo vomitar. Afortunadamente no salió nada, salvo el gustillo ácido y agrio en la boca. Comenzó seguidamente a examinarse el cuerpo. Rodillas sin heridas... algo no funcionaba. El miedo iba apoderándose lentamente de su mente del mismo modo que un pingüino se dispone a soñar que es una mariposa, y que al despertar no sabe si era él mismo soñando con una mariposa o si la mariposa era la que soñaba que era un ornitorrinco. O al revés. Le llamó poderosamente la atención una ampolla de vidrio que tenía una etiqueta que rezaba "gas sarin" en suspensión líquida. Se imaginó bebiéndolo, pero no lo hizo porque no le apetecía beber líquidos color azul oscuro. El olor era lo de menos. Semi-horrorizado, se bajó los pantalones y observó harta sangre en su ropa interior... se bajó los calzoncillos y corroboró lo peor: en la cirugía le habían extirpado sus dos testículos en vez de los dos meniscos. Tenía la cicatriz de la sutura recién terminada. No olía a excrementos sino que se sentía el típico y característico olor a cicatriz de operación de testículos.
Salió despavorido hacia el quirófano y atropelló al cirujano aquel:
--Pedazo de hijo de puta... ¿¿por qué me cortaste los cojones, miserable de mierda??
--Cálmese... aquí está escrito claramente (también lo traduciremos para evitar conflictos): "Sr. Wenceslao Cardoso. Padece de politraumatismo transfuncional articular severo. Dx. y trat.: corrección de la simetría rotular mediante cirugía artroscópica (método de Hässel) y extirpación de los... de los... --se detuvo... comenzó a tartamudear e hizo una pausa de pánico--- joder, dice "meniscos"...
El ambiente era tan denso que se cortaba con motosierra. Un frío glacial corrió por todo el cuerpo del que una hora antes tuvo en sus manos el bisturí. La sensación de horror y pánico corroyó todo su cuerpo, del mismo modo que el sangrante cordero presto a bañarse en un río infestado de feroces y furibundas pirañas. (Es menester que ese que se cree el jefe deje de ser el que vende ese best seller... crece de tres en tres desde el revés del tren perenne de Pérez).
Acto seguido, y ya algo fatigado, volvió a beber un trago de mercurocromo, luego de lo cual eructó emulsiones y suspensiones en una gama de colores que iban desde el rojo hasta el morado, pasando por el azul de Constantinopla hasta el borravino. Se miró de nuevo al espejo y comprobó que tenía los dientes color rojo carmín, producto de aquella ingesta. Sonrió y le hizo gracia esa tonalidad rojiza en sus dientes. Había también gasas (una de las que estaba sobre la camilla contenía excrementos). "¿Qué hago con las gasas?", pensó. Y se metió algunas en la boca, masticándolas con fruición neurótica hasta atascarse. Bebió un nuevo sorbo de mercurocromo. Quiso bajarle los pantalones al agolpado galeno para cumplir con su promesa de introducirle la pesada y herrumbrada camilla-supositorio por el orificio anal del infortunado castrador-justiciero (nunca mejor descrito que así). Al observar la situación, una enfermera-mitad-mujer-mitad-cerdo llamó a la guardia hospitalaria de un modo especial y extrañísimo, (gritaba: "¡Guardias!", en impecable castellano cervantino-cervatillo), a lo que vinieron a toda velocidad dos enfermeros, taxidermistas, esquizoides, prosoviéticos, subnormales, gimnastas, semitrogloditas, semiporcinos, vestidos ambos de impecables batas blancas (sin ninguna mancha de sangre ni de heces fecales) al quirófano-gulag. Al ver lo que quedaba del médico-gimnasta-zigzag con los "lienzos bajos" (también libres de excrementos), pensaron en un intento de penetración por parte de Cardoso. Tal fue el castañazo-garrotazo que le propinaron en la cabeza-encéfalo-cerebelo que le hicieron dar cuatro vueltas "mortales" en hélice múltiple en el aire hasta que cayera sin más remedio (extenuado por haber dado tantas vueltas), estrellándose de cara contra el piso (...). El caso fue seguido por el departamento de psiquiatría forense del hospital, con colaboración de la policía judicial, del Museo de Cera y del Museo Nacional de Ciencias Naturales, a cargo de un tal Dr. Herbert West.
(Continuará).
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Nota
(*) Este hecho curioso le valió también a Wenceslao Cardoso la plusmarca en el libro Guinness de los records, en el capítulo "mejor tiempo en lanzar bandejas de acero inoxidable con instrumentos de cirugía en humanos y otras alimañas".
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Referencias
Cortissoz, Jon O'toto (1979). Psicopatología y criptozoología en la obra de Wenceslao Cardoso. Lovaina: Ed. Mon héros est la grande bête pop.
El invierno de 1967 se avecinó muy crudo en Varsovia, a donde Wenceslao Cardoso se dirigió para adentrarse en el mundo de la economía de las instituciones bancarias pre-socialistas neo-trotskistas. Luego de haber puesto en su curriculum vitae "estudios varios en economía", decidió darle mayor peso a su aparente acervo incierto por medio de "estudios de orden superior en economía". Ese fue el leit motiv que lo hizo trasladar a la casi bicentenaria Universidad Tecnológica de Varsovia, con el afán siempre in mente de sumar un antecedente más en su espuria trayectoria.
La tarde del 20 de diciembre fue más que traumática y fatídica para Wenceslao, que se disponía a ingresar al campus universidad, al tiempo que iba jugando con una muleta que se había encontrado abandonada al lado de un contenedor de basura. Contaremos aquí sólo los aspectos más importantes, atendiendo a la privacidad típica de las cárceles del medioevo y al difícil ejercicio de ser prudentes en las fronteras de los límites mentales y viscerales. Para tal propósito, tomaremos y comentaremos algunos extractos de Cortissoz (1979).
A las 11h15 de ese día, Wenceslao Cardoso acudió al médico de guardia del Hospital Universitario por un malestar general que sentía, y fue atendido por el médico practicante Slawomir Vrljicak, un joven de 25 años, de 1.94 m de estatura y con manos tan grandes como las de los pelotaris vascos. El consultorio estaba frío por fallas en la calefacción central. Luego de examinarlo, el joven facultativo concluyó lo siguiente (se ha traducido el texto en polaco original para evitar conflictos con el gremio de los traumatólogos):
--Vea, usted tiene problemas con sus meniscos. Creo que es imperioso que se haga una pequeña intervención quirúrgica de inmediato. De lo contrario, todo se puede complicar...
Wenceslao, hombre de pocas palabras, apenas atinó a preguntar si estaba seguro de lo que decía el médico, a lo que éste lo referenció por escrito en una receta, ilegibilísima-bizarra, a la que firmó al pie con símbolos también ilegibles. Preguntó el precio de la operación... el equivalente a cuarenta y tres mil euros actuales. Impagable. No se dio por vencido y recorrió toda la ciudad en busca de "otros precios más económicos", siempre munido del informe que le había dado el joven médico aquel. Finalmente dio con un galeno de dudosa reputación (siempre están en todas las localidades), a lo que le dijo que a cambio de quedarse con los residuos de la operación (y sin devolución), accedía a operarlo sin costo alguno...
A los dos días lo operaron. Wenceslao salió curiosamente cojeando del quirófano... algo extraño por el tipo de operación practicada. Casi instintivamente se tocó las rodillas y se percató de que no había ni vendajes ni sutura alguna... Algo andaba mal... Se metió en uno de los baños del hospital y se miró al espejo. Encontró en el lavabo una dentadura postiza usada, sin haber sido lavada por lo menos en los últimos 20 días. La tomó con ambas manos y se la probó. Mirando nuevamente al espejo y con aquel adminículo sonrió en desprolija, desordenada y atravesada sinfonía dental. La escupió de repente porque encontró que la dentadura tenía algo de sarro y otros residuos sólidos y que olían "sólo un poco a podrido", lo cual le dio asco. Ensayó un par de arcadas, como queriendo vomitar. Afortunadamente no salió nada, salvo el gustillo ácido y agrio en la boca. Comenzó seguidamente a examinarse el cuerpo. Rodillas sin heridas... algo no funcionaba. El miedo iba apoderándose lentamente de su mente del mismo modo que un pingüino se dispone a soñar que es una mariposa, y que al despertar no sabe si era él mismo soñando con una mariposa o si la mariposa era la que soñaba que era un ornitorrinco. O al revés. Le llamó poderosamente la atención una ampolla de vidrio que tenía una etiqueta que rezaba "gas sarin" en suspensión líquida. Se imaginó bebiéndolo, pero no lo hizo porque no le apetecía beber líquidos color azul oscuro. El olor era lo de menos. Semi-horrorizado, se bajó los pantalones y observó harta sangre en su ropa interior... se bajó los calzoncillos y corroboró lo peor: en la cirugía le habían extirpado sus dos testículos en vez de los dos meniscos. Tenía la cicatriz de la sutura recién terminada. No olía a excrementos sino que se sentía el típico y característico olor a cicatriz de operación de testículos.
Salió despavorido hacia el quirófano y atropelló al cirujano aquel:
--Pedazo de hijo de puta... ¿¿por qué me cortaste los cojones, miserable de mierda??
--Cálmese... aquí está escrito claramente (también lo traduciremos para evitar conflictos): "Sr. Wenceslao Cardoso. Padece de politraumatismo transfuncional articular severo. Dx. y trat.: corrección de la simetría rotular mediante cirugía artroscópica (método de Hässel) y extirpación de los... de los... --se detuvo... comenzó a tartamudear e hizo una pausa de pánico--- joder, dice "meniscos"...
El ambiente era tan denso que se cortaba con motosierra. Un frío glacial corrió por todo el cuerpo del que una hora antes tuvo en sus manos el bisturí. La sensación de horror y pánico corroyó todo su cuerpo, del mismo modo que el sangrante cordero presto a bañarse en un río infestado de feroces y furibundas pirañas. (Es menester que ese que se cree el jefe deje de ser el que vende ese best seller... crece de tres en tres desde el revés del tren perenne de Pérez).
--¡¡¡Devuélveme mis cojones, hijo de mil putas... o te meto esta camilla por tu puto culo roto...!!!
--Lo siento, Señor Cardoso... je... ya sus testículos han sido enviados por FedEx a Sopas Knorr, para preparar un caldo con sabor nuevo, a testículos humanos... jejeje... (rió nerviosa e inestablemente) un sabor muy divertido del que...
No alcanzó a terminar. Wenceslao Cardoso montó en su yegua, Cólera, y tardó sólo 0.567676 segundos(*) en estrellarle la bandeja de instrumentos por la cara al galeno. Recordó el incidente de la dentadura postiza en el baño. Luego tomó el escalpelo tridente y se lo hincó en sus genitales y en su abdomen, haciendo luego "zetas" y "eñes" a medida que lo enterraba cada vez más en su tórax. El bisturí anatómico se encargó de dibujar el resto del abecedario. Vio que era insuficiente, así que continuó escribiendo: ahora transcribió los primeros 50 versos del Poema del Mío Cid, respetando todos y cada uno de los giros en castellano antiguo, y hasta firmó como "Ruy Díaz de Vivar-Cardoso", lo que le causó gracia. Incluso más: numeró todos los versos con el mismo bisturí. Tomó con su mano derecha el depósito de algodón quirúrgico y le llenó la herida más larga con su contenido, cual experto taxidermista. Había Merthiolate (aka timerosal o mercurocromo). Bebió un sorbo bastante largo, como para entonarse y perder el sentido del ridículo. Tosió de esta forma: "cof, cof, cof... tox, tox, tox... Box-Cox, Box-Cox, Box-Cox...". Pronunció maldiciones e improperios en decenas de idiomas, (que invitamos al lector a que fantasee-delire y marque cuáles cree que fueron en la lista siguiente):--Lo siento, Señor Cardoso... je... ya sus testículos han sido enviados por FedEx a Sopas Knorr, para preparar un caldo con sabor nuevo, a testículos humanos... jejeje... (rió nerviosa e inestablemente) un sabor muy divertido del que...
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(Continuará).
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Nota
(*) Este hecho curioso le valió también a Wenceslao Cardoso la plusmarca en el libro Guinness de los records, en el capítulo "mejor tiempo en lanzar bandejas de acero inoxidable con instrumentos de cirugía en humanos y otras alimañas".
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Referencias
Cortissoz, Jon O'toto (1979). Psicopatología y criptozoología en la obra de Wenceslao Cardoso. Lovaina: Ed. Mon héros est la grande bête pop.
3 comentarios:
¡¡Tos onomatopéyica Box-Cox!! ¡¡Crooner!!
Me asusta pensar que Wenceslao Cardoso está en manos del mítico Dr. Herbert West. ¿Se producirá una mutación de Wenceslao? (por cierto, este es el tema en el que estoy inspirando el próximo post)
Justamente... te voy anticipando que lo que se viene está estrechamente cercano a la criptozoología...
Hay algunas dudas respecto al post:
- ¿La solución de mercurocromo era al 2%?. La descripción de los efectos causados aproximarían la idea de que así era. La prueba realizada en rinocerontes determina que el color azul Constantinopla se logra solamente en conjunción con una saliva de ph 6,5 y luego de haber ingerido 399g de repollos de bruselas, ni uno más ni uno menos.
- La sopa Knorr sabor TH (Testículo Humano, o Therodactilum castratus), ¿está en el mercado? Los balances de la empresa muestran un creciente aumento en las ventas luego del lanzamiento de una nueva línea de sabores en sus sopas que han sido reservados para mercados particulares...se dice que hay sopa de pinguino en Argentina, sopa de samurai en formol que se reparte gratis luego de una clase de Aikido en un dojo de Pilar...y sopa de Adlinda con salsa de Kidaaa condimentada con gamba 2, gamba 3 de sal.
- ¿Se sabe si Wen jugaba con pocketeers?
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